Un «joven» de 78 años está rejuveneciendo la Iglesia Católica. Es la historia de un hombre que se hace grande haciéndose pequeño. Un Papa que sabe a abuelo, pero no de esos aburridos y regañones, sino de los que siempre tienen algo alegre para compartir, una sonrisa para brindar y una enseñanza para aprender. Es el Papa de los abrazos, el Papa cercano, el Papa de todos nosotros.
Su espontaneidad pone de cabeza a los guardias de seguridad. Sus chistes y cómicas salidas lo vuelven desenfadado. Su sencillez llama la atención de muchos. ¿Qué tiene ese hombre que hace ponerse de pie al pleno de la ONU para aplaudirle? ¿Qué es lo que hace para convertirse en líder mundial, más allá de las fronteras de la Iglesia que preside? ¿Por qué provoca las lágrimas igual de un niño brasileño que del presidente del Congreso norteamericano?
He pensado en tres puntos.
- PROFUNDA HUMANIDAD Estamos ante un hombre que no ha olvidado que es ser humano. Francisco toca a la gente, se acerca a ella, no tiene asco alguno ante el prójimo. Aunque está en lo más alto de la jerarquía, no es insensible. Recuerda la lección del Maestro que dijo que viene a servir y no a ser servido. En su agenda ha colocado al que sufre, al olvidado, al pobre… e invita a todos a hacerse cargo, a colaborar, a no ser indiferentes. Y algo más: actúa sin detenerse a preguntar si son o no son de los que creen o piensan igual que él. Es el Papa destruye fronteras.
- LENGUAJE COMPRENSIBLE Es interesante que no usa discurso religioso fuera de los templos. Muchos se rasgaron las vestiduras cuando cayeron en cuenta que no empleó la palabra «Jesús» en su intervención ante los congresistas. Sin embargo, todo lo que dijo fue buena noticia. Supo a Evangelio puro, consuelo para el que sufre y denuncia para el que ha perdido el camino. Francisco habla al corazón y es por eso que todos lo comprenden. Obama le dijo: «usted despierta nuestras conciencias». Recordemos que la conciencia -creemos- es la voz de Dios en nuestro interior.
- COHERENCIA DE VIDA No es que sea un hombre perfecto. Pero, como muy pocos líderes en el mundo, tiene autoridad moral para cuestionar e interpelar. Su austeridad confunde a los todopoderosos, la compasión devuelve la dignidad a los que sufren, su interés por el cuidado de «la casa de todos» (el mundo) lo conecta con las preocupaciones globales.
El cargo y liderazgo que posee no lo ha empleado para sí mismo, sino para los demás. Y muchos lo están reconociendo. Insisto, fuera y dentro de la Iglesia Católica.
En marzo del 2013, en medio del cónclave que elegiría a Bergoglio, señalaba en mi blog que me gustaría contar con un Papa más parecido a un amigo de mi barrio, que a un soberano monarca (http://www.padrebryan.com/?p=733), que escuchara a los grupos minoritarios, que supiera mostrar la solidaridad, el respeto y el perdón. No dudo que Dios me ha escuchado. Y se ha esmerado con el líder que ha regalado.
Ahora, le pido, que la lucha no la realice él solo. Que muchos nos pongamos la mano en la conciencia y realmente colaboremos con el mundo que todos queremos. Ya hemos dado admiración y aplausos al Papa Francisco. Ahora toca ayudar. Es tiempo propicio. El mundo no va a cambiar si solo un hombre quiere cambiarlo, aunque sea el Papa. Es nuestra responsabilidad con la historia y con las generaciones siguientes. Francisco está hablando y actuando. Ve y haz tú lo mismo.